September 30, 2007
Al doctor Lagarto le sorprendió escuchar el timbre de su gabinete a una hora tan temprana. Desde aquel desgraciado accidente en el que Mihai perdiera la vida, el número de pacientes había disminuido considerablemente. Era comprensible. ¿Quién iba a desear ser psicoanalizado por un gafe sobre un diván asesino con cuatro psico-patas?
Mihai, el transportista rumano que traía el nuevo diván, había muerto aplastado tres días antes cuando, él y su fornido compañero Alí, subían el freudiano mueble hasta su consulta.
El doctor se incorporó apresuradamente, escondió el tríptico con forma de genitales en un cajón con forma de nalgas, ajustó el nudo de su corbata y, como se encontraba solo, acudió el mismo a abrir la puerta; su fiel enfermera había renunciado al puesto horas después de la trágica muerte de Mihai.
- ¿Es usted el Dr. Freud? -preguntó la pintoresca joven que se encontraba en el rellano-.
- Lo lamento -respondió él muy serio- el doctor Sigmund Freud falleció hace más de sesenta y ocho años.
- ¡Oh! -exclamó ella ruborizada- Reciba usted mi más sentido pésame. Debe estar destrozado.
- Sesenta y ocho años son bastantes años para superarlo, ¿no cree?
- No.
(...)
- ¿Quién es usted?
- El profesor Lagarto, ¿en qué puedo ayudarla?
- Me llamo Tamaruska Minkoff, ciudadana rumana y viuda de Mihai.
- ¡Oh! -exclamó él abrumado- Reciba usted mi más sentido pésame. Debe estar destrozada.
- Sesenta y ocho horas son bastantes horas para superarlo, ¿no cree?
- Uh...
(...)
- ¿Puede usted ponerme en contacto con mi marido?
- Me temo que no, Sra. Minkoff. Soy doctor en psiquiatría, no medium.
- Y yo doctora en física cuántica y en este país trabajo recogiendo melocotones así que no me venga ahora con lindezas.
El profesor Lagarto observó impertérrito cómo Tamaruska se acomodaba plácidamente en el diván y se engalanaba con una enorme boa de plumas granates. Definitivamente, ese estúpido mueble empezaba a resultarle un fastidio.
- ¿Así está bien, doctor Freud? -preguntó la viuda en un tono sugerente- Hipnotíceme...
- En realidad las prefiero morenas y velludas -respondió el profesor Lagarto resignado mientras hacía oscilar su reloj de bolsillo como si fuese un péndulo- pero bueno, no está del todo mal. Mire aquí, Sra. Minkoff... Siga el movimiento pendular... No pierda de vista el reloj... Voy a contar hasta tres y entonces caerá rendida en un profundo sueño... Allá voy... Uno... Dos...
Los que me conocéis sabéis que es típico en mí saltarme las normas. De hecho, hace ya bastante tiempo que eludo el juego de nombrar cinco blogs favoritos; no podría. Cada uno de vosotros lo es para mí por una razón diferente así que, la clave, en cualquier caso, estaría en deducir cuales son mis razones favoritas ;-)
En este caso es más sencillo así que por una vez, me ceñiré al guión: si estamos hablando de imaginación, estamos hablando de Nanny-Ogg y su Testamento de Miércoles.
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Labels: The storyteller
posted by Tamaruca at 12:27 PM |
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