August 20, 2008
Cuando le confesé a Jorge que me encantaba el mar, creo que me entendió mal. El mar, dije. El mar. Las cálidas puestas de sol sobre el mediterráneo. El reflejo plateado de la luna en la superficie. Baños al amanecer, el agua en calma, cristalina; bancos de pececillos haciendo cosquillas en los pies. Pasear en bici mientras disfrutas del paisaje de la costa. Dejarse maltratar por las olas cuando el mar está rabioso. El mar, dije. El mar.

Por eso, cuando lo vi aparecer esta mañana en el dormitorio ataviado con sus chanclas, gafas de sol, bañador azul celeste, hamacas, colchoneta, palas, refrescos, patatas fritas y aceite de protección solar, empecé a pensar que no había elegido un buen marido.

- No pienso bajar a la playa -bufé cual gato que sospecha llegó la hora del baño-. Yo nunca, jamás, bajo ningún concepto, bajo a tomar el sol a la playa. Lo odio.
- Anda ya -respondió él sorprendido- ¡Pero si me dijiste que te encantaba la playa!
- No. Te dije que me encantaba el mar. El mar. Nada que ver con la playa. Odio la playa y más en agosto. La odio.
- Pero, ¿por qué?
- No soporto la arena, me pica el cuerpo sólo de verla. En realidad lo que me enferma es ver lo sucia que está, cómo hay gente que la llena de envoltorios de helados, latas, colillas, chicles y demás porquerías, esa gente que huele a una mezcla de sudor, chiringuito y cremas pringosas, los mismos que se meten en el mar hasta la altura de las nalgas para descargar fluidos corporales. No puedo con ello, me muero del asco.

Jorge escuchó paciente mi perorata. Dejó el cubo con la pala y el rastrillo en el suelo y se asomó al balcón. Después de observar durante varios minutos el ambiente en la orilla con cara de niño castigado, volvió a mi dormitorio.

- Bueno Tam, hay que tratar de encontrar una solución porque a mí me encanta la playa, sobre todo lo de tumbarme al sol como una lagartija. Se me ha ocurrido una idea, ahora vuelvo.

Y desapareció escaleras abajo.

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posted by Tamaruca at 11:28 AM | 65 comments