March 23, 2009
Llegada la hora volví a ponerme las sandalias doradas. De nuevo bajé la montaña por la calle peatonal, crucé el túnel que pasa debajo de la carretera, atravesé los jardines del Sheraton -siempre es un placer- y continué caminando hasta el final del paseo marítimo, hacia el mirador rocoso donde se encuentra ubicada la peculiar oficina de correos.

Conforme me iba acercando, empecé a ponerme extrañamente nerviosa. No. No podía ser. ¿La puerta estaba abierta? Sería el reflejo del sol... Porque las persianas seguían cerradas. ¿No? No. Estaba abierta. Estaba abierta de verdad. Abierta por vez primera desde que aterricé en la isla en enero. Abierta a las once y cuarto de la mañana. La puerta abierta y las persianas cerradas. Toma ya.

Me asomé con precaución. El garito estaba en tinieblas pero, con el volumen al máximo se escuchaba el tema:




Cuando mis pupilas se acostumbraron a la penumbra, logré distinguir algunos posters colgados en las paredes: The Who, Aerosmith, AC/DC, Led Zepellin, The Ramones, Metallica, RHCP... Por unos instantes, pensé que un cruce neuronal me había jugado una mala pasada, que me había equivocado y que, inconscientemente, me había dirigido a la Taberna del Capitán Garfio en vez de a la oficina de correos cuando...

- ¡Muy buenos días, mi niña!

¡Oh! ¡Era él! ¡El mismísimo Keith Richards apoyando su huesudo brazo tatuado en el mostrador de la oficina de correos! ¡Keith Richards en sus buenos tiempos! ¡Keith Richards un poco menos cascao pero igual de tatuado y de flaco!

- ¿Cómo está usted, señorita? ¿En qué puedo ayudarla?

Keith Richards... ¿con acento gallego? Umm... ¿y más joven? Ummm...
Igual eso de volverse cada vez más joven sólo le pasaba a Benjamin Button y, quien estaba frente a mí, por muy ajustados que llevase los pantalones, no era el verdadero componente de los Rolling Stones, sino su doble gallego metido a funcionario en una isla semidesierta. Toma ya.

- Perdón -musité al fin-, vengo a recoger esto... -y mostré mi aviso de llegada.
- Ah, ¡por fin viniste! -exclamó él- Ya pensaba que no querías tu paquete, lleva toda la semana aquí esperándote y yo muerto de curiosidad...
- ¿Perdón? -to-ma-ya.
- Pues me digu, ¿qué diantres hará una maña tan lejos de su tierra?
- ¿Y la maña se supone que soy yo?
- Hombre, pues claro mi niña, de dónde si no... ¿De dónde te envían el paquete? De Zaragoza, ¿sí o no? Pues eso es que eres maña...
- Si tú lo dices... -firmé el justificante y anoté mi D.N.I. Keith Richards me observaba detenidamente.
- Ahora me hiciste dudar... -cogió mi carné de identidad y lo estudió. Luego me observó de nuevo.
- Esta no eres tú -afirmó.
- Claro que lo soy. Cambio mucho de peinado, eso es todo.
- Además, no tienes acento aragonés.
- ¿Dónde habré oído yo eso antes?
- No me has dicho qué haces tan lejos de tu casa.
- ¿Y tú?
- Pues...
- ¿Qué te hace pensar que esta no es mi casa?

Se quedó callado unos segundos. Arrugó un poco más la frente. Unos segundos más de fondo musical sin palabras. Relajó la expresión y suspiró.

- Eres rara. ¿Tienes novio?
- No. Marido.
- Vaya por Dios -se quejó mientras recogía el papel firmado por mí - ¿Y tú? -le preguntó a la chica que acababa de entrar en la oficina - ¿Estás casada también?
- Así eh -respondió ella abrumada -, pero mi marío ehtá en la penitensiaría al menoh sinco añoh mah -comentó con naturalidad.
- ¡Estupendo! -exclamó el funcionario rockero - Eso nos deja un margen de maniobra maravilloso, ¿sí o no?

Toma ya, pensé mientras me alejaba de la oficina de correos. Toma ya.

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posted by Tamaruca at 11:31 AM | 70 comments
March 19, 2009
Me vio entrar en casa con el gesto torcido. Dejó la escoba, aparcó el carretillo y se acercó a preguntar.

- Mi niña... ¿y esa cara?
- Se acabó, no puedo más. Me rindo -solté de un tirón mientras le mostraba el papel que llevaba en la mano-. Hace una semana que trato de recoger un paquete en la oficina de correos y siempre, siempre, siempre que voy, la he encontrado cerrada. Sin excepción. Estoy frustrada. Frustrada y cabreada. Muy cabreada. ¿De verdad esa oficina funciona? ¿Existe un Sr. Cartero no fantasma?

Mila reprimió una carcajada y siguió escuchando mi perorata.

- Vale que el primer día me equivoqué: una está acostumbrada a que esté abierto de ocho a dos y es bastante sorprendente que aquí sólo abran de nueve a once pero, ¿en serio abren? ¿No es una broma macabra? ¿En algún momento del día o de la noche podré recoger mi paquete? He ido a las ocho, a las nueve, a las nueve y media, a las diez, a las diez y media, y créeme Mila, allí no hay nadie.

Al fin terminé y cogí aire. No tenía mi paquete pero al menos me había desahogado. A mi amiga jardinera, al parecer, le parecía muy divertida mi desgracia.

- Estás tonta -me dijo-, ¿por qué no preguntas? Sí existe, sí. El chico de correos es muy majo, te caerá bien. A las horas que tú vas suele estar en la taberna del Capitán Garfio. Puedes encontrarlo ahí. Si lo quieres pillar en la oficina, debes ir sobre las once y cuarto o así.

- Claro, claro -respondí irónica-. Qué boba soy. Cómo no se me había ocurrido antes. Si quiero recoger un paquete postal, ¿dónde debo ir? A la taberna del Capitán Garfio o fuera del horario indicado, of course...
- ¡Jajaja! Si preguntases más, caminarías menos -apostilló. Y volvió a sus labores.

Bueno, me dije a mí misma, un último intento. A las once en punto, vuelvo. Si no encuentro al funcionario en la oficina, me entero de dónde vive y voy a buscarlo a su casa. Hum.


Continuará...

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posted by Tamaruca at 1:45 PM | 17 comments
March 4, 2009
Cuando Jorge llegó a casa, la puerta estaba entreabierta y la mesa puesta, pero ella había salido. Se asomó al balcón y echó un vistazo a la piscina. Un inglés tomando el sol, una chica morena nadando... Una morena que no había visto nunca en la urbanización... ¿O sí? Continuó observándola unos instantes, se sintió un poco culpable y decidió entrar de nuevo en el apartamento y esperarla viendo un poco la televisión.




Pasaron escasos minutos antes de escuchar la voz de Tam subiendo por las escaleras.

- ¿Hola? ¡Yorch! ¿No me has visto o qué?
- ¿Dónde estab...?
- ¡Está el agua helada! ¡Mete un pie, ya verás!
- (...)
- He hecho bacalao con tomate y pimientos. No sé qué tal estará, es la primera vez en la vida que lo hago. ¿Por qué me miras así?
- Uh... ¿Así cómo?
- ¡Como si hubieras visto un fantasma!
- Esto... Estás, esto... ¿Tam?
- ¿Sí?
- ¿Eres tú, Tam?
- ¡Sí!
- Esto... Tu pelo, emm...
- ¿Siii?
- ¡Es negro!
- ¡Sí! ¡A que queda genial!
- Ssss... Puess... Sssi.... Estás... Emmm... distinta. Muy distinta. Qué cambio tan... Cambio.
- ¿Verdad? ¿Te gusta?

Él la miró compungido.

- De momento tengo la constante sensación de que Tam va a entrar por la puerta y me va a golpear con algo por estar coqueteando con una morena en bañador, pero bueno... Se me pasará, espero.

Ella escudriñó su mirada. ¿Por qué a este hombre le gustaban tan poco los cambios? En realidad no sabía si no le gustaban o era sólo que le costaban. Sí. Le costaban. Le costaban demasiado.

Un simple "qué guapa" habría estado bien. Pero Tam tuvo que esperar cuatro días más para escucharlo.

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posted by Tamaruca at 9:15 AM | 39 comments