October 30, 2006
Me gusta Jorge. No su nombre, que siempre me pareció horrible. Ni siquiera sirve el truco de traducirlo al catalán, Jordi suena todavía peor.
Me gusta porque detesta el metro de Madrid, como yo. Con él no es necesario disimular, puedo hablar tranquilamente de manías infantiles o fobias incomprensibles. Él no juzga.
Me gusta porque es un guadiana, como yo. Porque aparece y desaparece en función de las circunstacias, sin pedir ni dar explicaciones, sin importar los periodos de silencio.
Me gusta porque es caprichoso, como yo. Porque me sabe manipuladora y mentirosa y le da igual. Se diría que incluso le divierte. Supongo que nuestros lados oscuros se entienden, se perciben semejantes.
Me gusta porque en una conversación interrumpe groseramente las frases del otro si lo que le están contando no le interesa, como yo. Sin embargo creo que es un gran conversador. Charlamos durante horas sin darnos cuenta de cómo pasa el tiempo. Es inevitable, tiene una voz preciosa, muy sugerente. Y su sentido del humor, mmm... ocurrente, ingenioso, sexi...
Hace poco, en uno de nuestros casuales encuentros entre insomnes -el insomnio hace amigos- nos resultó gracioso pensar el tiempo que llevábamos jugando. Qué puedo decir, a los niños nos gusta jugar. Sin embargo, ninguno de los dos le había dicho nunca al otro lo que piensa honestamente de él.
- Te propongo un juego -dice Él.
- Cuéntame...
- Mañana antes de las 12:00, enviamos un e-mail cada uno a nuestra cuenta común con cinco adjetivos que pensemos del otro. Antes de las 12:00 prohibido recoger correo, eh... ¿vale?
- Trato hecho.
Evidentemente lo primero que hice en ese momento fue cambiar la contraseña de acceso a la cuenta. Al día siguiente al medio día confirmé que, efectivamente, el trato también se había incumplido por su parte. No hubo noticias suyas hasta última hora de la noche. Recibí un mensaje que decía algo así como:
"No he podido enviar e-mail todavía. He visto el tuyo en la bandeja de entrada pero he sido honesto y no lo he leído hasta que no envíe el mío"
Me encanta.
¿Sigo jugando?
Me gusta porque detesta el metro de Madrid, como yo. Con él no es necesario disimular, puedo hablar tranquilamente de manías infantiles o fobias incomprensibles. Él no juzga.
Me gusta porque es un guadiana, como yo. Porque aparece y desaparece en función de las circunstacias, sin pedir ni dar explicaciones, sin importar los periodos de silencio.
Me gusta porque es caprichoso, como yo. Porque me sabe manipuladora y mentirosa y le da igual. Se diría que incluso le divierte. Supongo que nuestros lados oscuros se entienden, se perciben semejantes.
Me gusta porque en una conversación interrumpe groseramente las frases del otro si lo que le están contando no le interesa, como yo. Sin embargo creo que es un gran conversador. Charlamos durante horas sin darnos cuenta de cómo pasa el tiempo. Es inevitable, tiene una voz preciosa, muy sugerente. Y su sentido del humor, mmm... ocurrente, ingenioso, sexi...
Hace poco, en uno de nuestros casuales encuentros entre insomnes -el insomnio hace amigos- nos resultó gracioso pensar el tiempo que llevábamos jugando. Qué puedo decir, a los niños nos gusta jugar. Sin embargo, ninguno de los dos le había dicho nunca al otro lo que piensa honestamente de él.
- Te propongo un juego -dice Él.
- Cuéntame...
- Mañana antes de las 12:00, enviamos un e-mail cada uno a nuestra cuenta común con cinco adjetivos que pensemos del otro. Antes de las 12:00 prohibido recoger correo, eh... ¿vale?
- Trato hecho.
Evidentemente lo primero que hice en ese momento fue cambiar la contraseña de acceso a la cuenta. Al día siguiente al medio día confirmé que, efectivamente, el trato también se había incumplido por su parte. No hubo noticias suyas hasta última hora de la noche. Recibí un mensaje que decía algo así como:
"No he podido enviar e-mail todavía. He visto el tuyo en la bandeja de entrada pero he sido honesto y no lo he leído hasta que no envíe el mío"
Me encanta.
¿Sigo jugando?
Labels: Friends
posted by Tamaruca at 10:24 AM |
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