November 24, 2008
Al acecho. Esa es la expresión que aparece en mi mente siempre que Ariel, mi vecina del patio interior, se asoma rauda a la ventana en cuanto salgo a tender. Al acecho.

- ¡Buenos días, Tam! ¿Cuándo habéis vuelto? ¿Anoche? ¡No os oí llegar! ¿Cuántos días os quedáis esta vez? ¡Todo ropa de tirantes! ¿Tanto calor hacía allí?
- Hola Ariel, cómo estás...
- ¿Os bañasteis? ¿Ya habéis encontrado casa allí? ¿Cómo es aquello? ¡Cada vez venís menos! ¿Hasta cuándo este ir y venir? ¿Pasaréis aquí las Navidades? ¿¿No te vuelves loca con tanto viaje??
- Eso digo yo -exclamé con ironía-, no sé cómo no me vuelvo loca.

No captó la indirecta. Me consta porque, no sólo no cesó su interrogatorio sino que continuó observándome mientras colgaba la ropa húmeda a la vez que me contaba lo acaecido en su vida las últimas semanas, intercalando frases del tipo: "Qué mal tiendes", "Eso así no se te va a secar en mil años", "Tienes que tirar esa birria de pinzas" o "Te sale la ropa tan arrugada porque no has bajado las revoluciones de la lavadora tal y como te dije".

Ariel, aunque joven, es una mujer de la antigua escuela: es decir, nunca ha trabajado fuera de casa. Salió del núcleo familiar para ir a vivir con su marido y tuvo dos hijas preciosas a las que mima y protege de modo alarmante. A veces la observo dando vueltas por su piso, inmaculadamente limpio y ordenado, y pienso que se aburre mucho. Otras veces, sin embargo, creo que no podría ser más feliz llevando otro tipo de vida. Y qué demonios, yo también me aburro soberanamente en la oficina la mitad de los días.

- A mí me encantaría ir, la verdad... -continuó su monólogo- pero como a mi marido le da tanto miedo volar, pues nada, en tierra que nos quedamos. En vacaciones sólo podemos coger coche o tren, avión jamás.
- Pues vente tú sola. O con las niñas.
- ¡Qué dices! ¿Qué haría una mujer sola subiendo y bajando de los aviones?
- ¿Lo mismo que yo? -respondí algo indignada.
- Claro, pero es que tú -aquí hizo una pausa solemne, enarcó las cejas con expresión altiva-, eres diferente -y apostilló-. Yo no podría.

¿Ese diferente sería sinónimo de estás más acostumbrada, eres más atrevida, eres un poco golfa? Mejor no darle vueltas...

- Pues tú te lo pierdes Ariel, hay unas playas impresionantes.
- ¿En serio?
- Increíbles, preciosas, enormes... Figúrate: hay camellos paseando por allí.
- ¡No me digas! ¡Imposible!
- Te lo prometo. Y tengo pruebas.
- ¿De verdad? ¿Tienes fotos? ¿Me las enseñas?
- Venga, vale. Pásate a mi casa que las tengo en el ordenador.


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posted by Tamaruca at 10:33 AM | 32 comments
October 29, 2008
Esa misma tarde volví a coincidir con él en el ascensor. Lo había visto junto a los buzones por la mañana, ojeroso y descompuesto, impregnado del característico hedor de una mala noche de borrachera. Con la ayuda de un grueso rotulador, tachaba algo obsesivamente. Había manipulado la plaquita metálica correspondiente a su piso, de modo que ahora se leía:


Lucien du Laurent Pinon
Isabelle Ossard Bènichou
2º A


Durante el proceso, algo que parecía una fotografía, cayó del bolsillo trasero de sus vaqueros desgastados. La recogió y la introdujo en la papelera destinada a publicidad. Fue en ese instante cuando se percató de mi presencia y, sin inmutarse lo más mínimo, susurró: "C'est la vie" Inmediatamente después, subió dando tumbos por la escalera principal.

Esto había ocurrido a primera hora de la mañana. Ahora eran las ocho de la tarde y de nuevo volvíamos a encontrarnos en el rellano.

- Pardonez-moi -exclamó aturdido mientras me empujaba para mirar dentro del ascensor en el que yo me encontraba.
- ¿Puedo ayudarle en algo? -pregunté algo molesta por el empujón recibido.
- Creo que no... Merci.
- ¿Busca usted algo? -añadí al observar cómo se asomaba tras el mostrador de portería.
- Oh, guealmente... -titubeó-. Tal ves usted sí puede ayudagmé. Usted vio a mí esta mañana, ¿es coguectó?
- Coguecto -afirmé con rotundidad.
- Tal ves usted viega... ummm... yo tenía ici...

Cuando aquel individuo de elevada estatura y profundos ojos azules introdujo las manos en los vacíos bolsillos de su pantalón, me aventuré hacia la papelera y busqué allí lo que horas antes me había parecido un retrato. Bingo. La imagen de una preciosa joven de cabello corto permanecía oculta tras un pliego de Mercamueble.

- ¿Es esto? -dije mientras le tendía su fotografía.
- Oui! Merci, merci...

Y no dijo nada más. Grandes lagrimones empezaron a recorrer su pálido rostro. Avancé hasta el ascensor y pulsé el botón del 4º piso rápidamente. Era una situación algo incómoda.

- Merci -repitió antes de que las puertas automáticas se cerrasen-. "C'est l'amour"


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posted by Tamaruca at 5:54 PM | 24 comments
September 24, 2008
En cuanto llegué a la oficina, llamé a Jorge a casa.

- Hay una pintada de spray rojo de 1 x 4 metros decorando la escalera de la comunidad, en todas y cada una de las plantas, hasta el 5º. Ahí debió de agotársele la pintura al imbécil. O eso, o algún vecino salió de casa y lo pilló in fraganti.
- ¿Qué? Anda ya.
- Pone KURbAROYA, en letras rojas gigantes. No cojas el ascensor, baja andando y lo verás.
- No te creo. Espera que lo miro y vuelvo.

Transcurrieron algunos minutos antes de que volviera a escuchar su voz a través del auricular.

- Qué fuerte.
- Pintar esta escalera calculo puede costar mínimo 10.000 € a precio de amigo. Estoy rabiosa desde que lo he visto. Si la presidenta no me odiase habría ido a su casa para avisar al administrador, la policía o qué se yo. ¿Quién habrá sido? ¿Esto es denunciable? Si descubriésemos al autor, ¿pagaría él la pintura? ¿Qué significará KURbAROYA? ¿Por qué esa "b" en minúscula? Lo que está claro es que es algún vecino, eso seguro. ¿Sigues ahí, Jorge?
- Qué fuerte.

Pensé que sería buena idea dejar que se le pasara el shock. Colgué y traté de concentrarme en el presupuesto que debía corregir; sin embargo, no logré dejar de darle vueltas al misterio del graffiti colorado. Al cabo de un rato, Jorge llamó.

- Oye Tam...
- Dime.
- ¿Por qué dices que ha sido algún vecino?
- Porque ha empezado a pintar de abajo a arriba. Eso sólo lo hace alguien que tiene la certeza de poder esconderse en su casa. Si fuese alguien de la calle que se ha colado, habría empezado en el sexto y habría continuado hacia abajo, para asegurarse la huida en caso de complicaciones.
- Lees demasiados libros de Agatha Christie.
- En vez de meterte conmigo, ¡podías ayudarme! ¿No se te ocurre nada?
- ¿Sabes que "KURbA" en rumano significa puta?
- ¿Ah sí? ¿Estás seguro?
- Sí. Me sé tacos en todos los idiomas -respondió él ufano.
- Pero no hay ninguna vecina que se apellide "ROYA" -espeté-. Lo he comprobado en los buzones. Debe significar otra cosa.
- Pues...


En este punto de la investigación, nos hemos bloqueado. Necesitamos ayuda. ¿Alguno de ustedes podrían arrojar algo de luz sobre este asunto? ¿Alguna idea luminosa que compartir?

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posted by Tamaruca at 8:58 AM | 26 comments
September 10, 2008
Cada cierto tiempo, mi hermana y yo intercambiamos música y lecturas. Es esta una costumbre a la que profeso mucho cariño desde niña y que comparto con muy poquitas personas.

- Hola Tam, ¿qué haces? -nuestras voces a través del teléfono suenan exactamente igual, es un efecto sorprendente-. Salgo de trabajar en media hora y paso por debajo de tu casa con el coche. ¿Aprovechamos y me bajas los libros? ¡Pero rápido, que ahí no puedo aparcar!
- ¡Vale! -respondí a mi misma voz-. Te esperaré en el portal.

Comencé a seleccionar para ella mis lecturas favoritas de este verano. La biografía de Joaquín Sabina, "La joven de la perla" y "La dama del unicornio" de Tracy Chevalier, "Tokio Blues" de Haruki Murakami y por último, uno que me tocó el alma: "La elegancia del erizo" de la francesita Muriel Barbery.

Bajé al rellano con mis libros y un disco de Dire Straits, una pequeña joya que reapareció en la mudanza. Los extendí con cuidado en el mostrador de la portería y fui metiendo en cada uno, a modo de marcalibros, una de mis postales de colección; en este caso, imágenes de actrices de los 50.

Tan ensimismada estaba con una labor para mí tan placentera, que no oí entrar a la presidenta de la comunidad, una señora enjuta de pelo canoso, gafas doradas y modales dudosos.

- ¡Quita todas esas porquerías de ahí! -gritó mientras pulsaba el botón del ascensor con su bastón-. Venís los nuevos avasallando, ¡esto no es un top manta! -apostilló.

La observé atónita entrar en el ascensor. Sus movimientos eran tan ridículamente airados que me resultaron cómicos. Estiró tan fuerte de la puerta que se golpeó a sí misma en la cara y se le torcieron las gafas. Seguí mirándola boquiabierta hasta que la luz del ventanuco alargado desapareció hacia los pisos superiores.

Dios castiga sin palos, pensé. Y me puse a canturrear.

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posted by Tamaruca at 8:44 PM | 51 comments
September 3, 2008
Pasaban cinco minutos de las seis de la tarde cuando la pareja llegó al portal acordado. Un enorme cartel amarillo fluorescente anunciaba: PISO EN VENTA. El agente que había enviado la inmobiliaria ya les estaba esperando, muy acicalado, en el número 29 de Happy Street. Siguiendo el protocolo habitual y una vez hechas las presentaciones, el vendedor les invitó a pasar al interior del edificio.

Juntos, entraron en el rellano. Ella, una joven morena de curvas redondeadas, observaba cada detalle de la decoración mientras escuchaba atenta al hombre del traje. Su marido, en cambio, se preguntaba qué demonios haría aquella rubia flacucha y despeinada desmontando un buzón.

- Bueno, si conocen la ciudad, ya saben que esta es una de las zonas mejor consideradas -decía el vendedor- centro, zonas verdes, paseos con las mejores tiend...

¡Cling! ¡Cling!

El ruido de un destornillador rebotando en el suelo interrumpió su descripción.

- Disculpen -intervino la chica. Y continuó desmontando su buzón mientras pensaba porqué a aquel barrio lo llamaban Pijolandia desde que ella podía recordar. Luego trató de buscar la traducción inglesa a semejante palabreja y le entró la risa.

- El portero de la comunidad vive en la casa -continuó el vendedor-, no es como en las casas modernas que se contrata un servicio externo y si luego uno tiene una emergencia por la noche, no se sabe a quien acudir.
- Ahá -dijo la mujer-, eso me parece interesante. Te da otra tranquilidad, ¿verdad? -dirigiéndose a su esposo-. Sobre todo cuando tú estés de viaje, cari.
- Claro -apostilló el agente entusiasmado al haber acertado con su argumento-, aunque aquí no tendrán problemas; todos los vecinos son encantadores.

¡Pfffsss!

De nuevo la chica despeinada interrumpía la disertación en un momento clave con una exclamación inequívoca. La pareja la observó sorprendida. El individuo de la inmobiliaria le lanzó una mirada de esas que hablan y dicen cosas poco bonitas.

- Perdón, ¿decías algo? -le preguntó algo irritado.
- Umm...
- ¿Sí?
- Umm... Creo que no -afirmó por fin mientras recogía unos tornillos en su bolso-. Mejor me marcho -concluyó sonriente-. ¡Hasta luego!

Y cogió presurosa el ascensor. Mientras veía las puertas mecánicas cerrarse se preguntó si no debía haber advertido a los visitantes que no, que no había portero, que el pobre hombre se había dado al alcohol y actualmente estaba de baja por depresión, depresión lógica y comprensible si uno tenía el placer de conocer a ciertos vecinos "encantadores" de la casa. Cuando las puertas mecánicas volvieron a abrirse en la cuarta planta recordó la bronca que había tenido Jorge con la señora presidenta un par de días atrás y le volvió a entrar la risa. Cuando alcanzó su puerta e introdujo la llave en la cerradura, ya había decidido que echaba mucho de menos Neighbourhood y que, a pesar de haber prometido una y mil veces no volverse a meter con sus vecinos, los nuevos ya la habían provocado demasiado así que...





Bienvenidos a Poshland.








Nota a pie de página: Jorge y Tam se mudaron este verano, tras un largo periodo de reformas, desde el nº 13 de Lucky Street, en Neighbourhood, al nº29 de Happy Street, en Poshland.

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posted by Tamaruca at 10:09 PM | 34 comments