O cómo llegó nuestra extraña afición a las quinielas de fútbol.

Hace algunos meses, coincidiendo con algún premio famosísimo que debiera conocer si tuviera un mínimo de cultura futbolística -no es el caso- volvía Jorge del trabajo algo alicaído.

- ¿Qué te pasa?
- Que van a hacer una porra, mira.
- Qué es eso. ¡Ah! Algo de fútbol.
- Sigh...
- ¿Y para qué te apuntas si no tienes ni idea?
- Porque se han apuntado todos y...
- ¿Y si todo se tiran por el balcón tú también?
- Emm...
- Bueno anda, yo te ayudo.
- ¿Y tú tienes más idea?

Ignoré su última pregunta porque me pareció retórica, arranqué de sus manos el impreso que había traído y me dispuse a rellenarlo sin dilación.

- Pero Jorge, ¿qué has escrito ahí?
- Dónde.
- En este apartado.
- I-ker -silabeó irritado- Ca-si-llas.
- No, si se lee perfectamente. Digo que porqué lo pones en ese recuadro.
- Porque es muy bueno, ¿no? El más bueno.
- Pues no sé, pero... Jorge, es que es portero.
- Ya lo sé, listilla -léase con tono irritado- ¿Y qué?
- Que tú lo has puesto en "Pichichi"

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