El año nuevo llegó demasiado pronto. O tal vez no. Seguramente llegó cuando tenía llegar, incluso tarde para muchos que se morían por despedir al año viejo. Pero a ella la sorprendió con todo en el aire. Demasiada actividad se concentró en aquel último mes del año. Y luego estaba todo aquel rollo de la agitación del alma y los demonios interiores. Siempre tan inoportunos.

Resolvió así que iniciaría esta nueva etapa en el agua.

Uno de enero de dos mil catorce, baño al alba en el océano Atlántico. Esta hazaña sin duda aplacaría el alma rebelde, apaciguaría batallas internas, equilibraría los sentidos, inyectaría la energía robada, la convertiría, en definitiva, en una mejor persona.

Más o menos.